«Decir que podría haber sido peor es jugar a carta perdedora antes de empezar si quiera la partida, puesto que aún quedan unos meses muy importantes para ajustar el presupuesto que se dedique a la PAC. Echamos de menos una posición fuerte española, tanto del ministerio como de las comunidades autónomas, avalada con cifras y argumentos de peso».
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Mientras se completaban las últimas solicitudes de esta campaña, llegaban desde Bruselas malas noticias sobre el próximo periodo de la Política Agrícola Común, que irá desde el año 2021 al 2027. Alguno dirá que queda lejos, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta que el chico o chica que hoy se incorpora adquiere compromisos de producción hasta más allá del nuevo periodo. O si pensamos que si hoy compras maquinaria, tendrás que darla buen uso y amortizarla prácticamente hasta ese 2027 en el que acabe el nuevo periodo de la PAC.
El ajuste del presupuesto, tras la marcha del Reino Unido y la necesidad de asumir nuevas políticas, es muy importante. Se maquilla como si fuera “solo” de un 5 por ciento, y que con un parche aquí o allá pasaría casi desapercibido. Pero lo cierto es que puede ser más, mucho más, tal como apuntan los analistas económicos europeos. Para empezar, ese 5 por ciento es en términos corrientes, no constantes: es decir, no atiende a que lo que hoy compras con 10 euros, al año que viene costará más y en siete años mucho más. Con esta previsión del 5 por ciento, la pérdida del valor de las ayudas a lo largo del periodo 21-27 podría suponer más del triple de lo anunciado, hasta un 19%.
Como de costumbre nuestros políticos, con la ministra a la cabeza y la consejera detrás, optan por asegurar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, aunque en este caso esa actitud, más que prudente, parece miedosa. Decir que “podría haber sido peor” es jugar a carta perdedora antes de empezar si quiera la partida, puesto que aún quedan unos meses muy importantes para ajustar el presupuesto que se dedique a la PAC. Así las cosas, tendremos que encomendar nuestras plegarias de San Isidro a Francia, cuyos responsables políticos sí parecen atreverse a hablar con disgusto de este mazazo en el presupuesto agrario, y confiar en que Alemania escuche también a sus propios agricultores y ganaderos y retenga la financiación que precisa el sector. Hoy por hoy, más que nunca, creo que la fuente más fiable de lo que se mueve en Bruselas somos las propias organizaciones, en el caso de ASAJA nuestros técnicos, que recorren intensamente las instituciones europeas, y también son vitales los contactos que tenemos en órganos supranacionales como el COPA-COGECA.
Desde luego, la primera cuestión que tienen que tener en cuenta nuestros gobernantes para defender a los agricultores y ganaderos es un conocimiento real de los problemas y carencias que sufre el sector, así como saber leer e interpretar las cifras del marco financiero previsto, sin pretender maquillar ni esconder nada.
Echamos de menos una posición fuerte española, tanto del ministerio como de las comunidades autónomas, avalada con cifras y argumentos de peso. Porque aquí podemos hacer una o dos millones de fotos de cada uno de los habitantes de Castilla y León apoyando la PAC, pero dudo que a Phil Hogan le impresionen nuestros cantos de victoria lo más mínimo. Estamos hablando de dinero, de alta política, y ahí quien tiene que pelear fuerte y sin fisuras es el Ministerio, y el propio Mariano Rajoy, haciendo bandera del sector agrario y ganadero como pilar de nuestro país.
No es tiempo, por tanto, de jugar al despiste y echar balones fuera. Mientras nos peleamos por minucias, Bruselas apunta y no falla: menos presupuesto y más requisitos y trabas a la producción. Sería triste que ahora nos consolemos pensando que ojalá le quiten dinero al vecino, porque los recortes cuando llegan son para todos, como ya ocurrió con la modulación. Castilla y León es una de las comunidades más profesionalizadas. En este año las PAC serán unas 70.000, y si quitamos las mayoritariamente pequeñas explotaciones que mantienen principalmente jubilados y viudas, nos saldrían esas 50.000 que coinciden prácticamente con los cotizantes a la Seguridad Social. O sea, 50.000 ATP, profesionales o como dicen ahora “genuinos”, y el resto serían muchas menos si nuestros mayores no retuvieran la ayuda para completar esas pensiones mínimas con las que no pueden llegar a fin de mes. Y los cuatro que se pasan por arriba, bien sea por el empleo que generan, o subdividiendo la explotación, seguro que pasan sin problemas y hasta les afectan menos los recortes que a los de abajo.
Lo que sí sería perjudicial es que, a un año y medio de las próximas elecciones, acabe por enturbiar el debate sobre la PAC los intereses de unos y otros. El campo ha estado y seguirá estando aquí, gobierne quien gobierne, y no puede ser utilizado como un medio para hacer campaña, y hay que defender su futuro por encima de todo. En este sentido, estos días he echado de menos a Loyola de Palacio, que seguramente hubiera dado un manotazo en la mesa, que no sé si serviría de mucho o de poco, pero al menos los agricultores y ganaderos sentiríamos que los políticos comparten con nosotros la preocupación ante los malos presagios que llegan desde Bruselas.