Para poner en marcha una empresa agroganadera por cuenta propia hace falta una altísima inversión en naves, ganado, maquinaria y derechos de producción. Un estudio europeo establece que esta inversión supone más de 500.000 euros por cada UTA.
José A. Turrado. Secretario Gral ASAJA CyL
Toda la gente del sector sabemos que para incorporase a la agricultura hace falta una inversión muy importante que no está al alcance de cualquiera. A falta de un dato fiable que refleje esta realidad incuestionable, solemos mirar para lo nuestro o para lo del vecino, hacer un cálculo mental del dinero metido en naves y en maquinaria, y eso nos da una idea aproximada de lo que estamos hablando. Pues bien, al hacer estos cálculos, descontemos la tierra, que no es un bien amortizable, y dejemos a un lado si la hemos heredado, la hemos comprado o la trabajamos en renta, y centrémonos en lo otro: en las naves y en lo que tenemos en “chatarra”.
He encontrado un estudio serio que aproxima a esta realidad estableciendo una media, para la Unión Europea, de 525.000 euros por cada UTA –Unidad de Trabajo Agrario- que ocupa la explotación, es decir, por cada persona que a tiempo completo trabaja en la misma como autónomo o como asalariado. Esta es la inversión en naves, ganado, maquinaria y en su día derechos de producción, es la cartera de la que hay que disponer para poner en marcha una actividad agroganadera por cuenta propia, y lo hay que hacer con financiación propia, con ayudas públicas y con préstamos de la banca comercial, en cada caso en un porcentaje determinado. Y hecha esta inversión, no quiere decir que en todos los casos las cuentas cuadren y se garantice una renta razonable, porque eso, lo de la renta razonable, dependerá también mucho del factor tierra, de lo que paguemos por la tierra y del tamaño que consigamos en la explotación, y dependerá de nuestra capacidad de gestión, asunto este último que no deja de ser importante. Poner en valor esta elevadísima inversión es importante para que no llegue nadie al campo “engañado”, y para que quienes tienen cierta envidia insana y nos miran como sector afortunado que cobra subvenciones, se den cuenta de que esto nuestro no es fácil, y que para que las cosas vayan un poco bien hay que trabajar, gestionar, arriesgar, invertir y hasta tener un poco de suerte.
Puesto el negocio en marcha, la explotación se enfrenta a un mercado global donde las reglas del juego no son iguales, donde el principio de reciprocidad no se impone por parte de la Unión Europea, y por lo tanto cuesta mucho ser competitivos, sobre todo en esos cultivos extensivos que no requieren tanta tecnificación. Estudios rigurosos apuntan a que los productores de la Unión Europea tenemos un coste adicional por hectárea cultivada, respecto a terceros países, del entorno a los 300 euros. Si esto lo llevamos a una superficie del cereal de secano de Castilla y León, supone 10 céntimos por kilo de trigo, el doble de la compensación que podemos estar percibiendo con las ayudas de la PAC.