Donaciano Dujo
Internet ya no es algo ajeno que mantiene absorbidos a los más jóvenes: Internet es ya asunto de todos. Hasta los que más refunfuñaban al principio andan hoy peleándose con las teclas del móvil para consultar el “wasap” o encontrar en la web las respuestas a las dudas que cada día surgen. Ya no podemos decir que sea un entretenimiento, sino una forma de relacionarnos y comunicarnos, hasta con la administración, que ha marcado 2020 como tope para que todas las relaciones con ella sean cibernéticas. Por lo visto la vieja ventanilla y hacer colas tiene los días contados. Pero claro, cuando estás en el medio rural todo esto parece un poco difícil, por mucho que el consejero de Fomento e incluso el propio Mariano Rajoy aseguren que la alta velocidad va a cubrir en muy poco tiempo todo el territorio español. ¿Todo, todo? ¿O de nuevo hablamos del “todo” urbano?
Lo cierto es que, por el momento, para contar con conexión a Internet en muchas partes de nuestro territorio es necesario tener sistemas suplementarios que implican un coste muy superior al necesario en un núcleo urbano. Las compañías están “a la pela” y dicen que no es rentable ofrecer servicio en buena parte de nuestros pueblos, donde hay tan pocos vecinos. Por supuesto, olvídate de tener conexión, no solo de Internet sino del mismo teléfono móvil, cuando estás trabajando con el tractor en medio del campo. No deja de resultar chocante que con el TomTom, que puedes adquirir en cualquier tienda, ocupa como una cajetilla de tabaco, se instala con una ventosa y se carga con el mechero del coche, tengas al instante planos de todas las carreteras españolas y europeas, restaurantes, gasolineras o centros médicos. Pero cuando quieres hacer lo mismo con el móvil tienes que disponer de satélites y antenas parabólicas, y pagar las cifras que marque la compañía correspondiente.
Lo que es evidente es que las administraciones tienen que resolver la brecha digital que hoy hay entre el mundo urbano y el rural. Lo primero, porque son ellas mismas las que nos obligan a los ciudadanos a presentar documentos vía telemática, que en muchos pueblos es lo mismo que si nos obligaran a navegar sin tener mar ni barco para hacerlo. Lo segundo, porque Internet hoy es como el aire para una empresa o para un autónomo: pedidos, ventas, facturas, saldos bancarios… todo pasa por la red. Y también tareas específicas de nuestro sector, cada vez más informatizadas, como los cuadernos de explotación, guías, etc.
Tengo claro que esto se conseguirá más pronto que tarde: también los primeros móviles eran como ladrillos y muy caros y exclusivos, y hoy todos llevamos uno pequeño, eficiente y más asequible en el bolsillo. Pero también es cierto que el mundo rural siempre es el último en recibir servicios. En nuestro sector, contar con conexión y por supuesto con cobertura para el móvil es, además, la mejor garantía para poder avisar en caso de emergencia, porque no olvidemos que nuestro trabajo es solitario e implica un alto riesgo físico. Por todos estos motivos, en ASAJA pedimos reiteradamente a todas las administraciones que presionen a estas compañías para que inviertan en el medio rural e Internet sea en los pueblos una realidad tan asequible como para el resto de la sociedad.
- Artículo publicado el 2 de abril de 2018 en Mundo Agrario, suplemento de El Mundo de Castilla y León