Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
En estas últimas semanas, tiempo de balance sobre lo que ha sido el año agrícola y ganadero, he recorrido las distintas provincias de Castilla y León y coincidido con muchos de vosotros en diferentes reuniones. Pese a las fechas navideñas, los comentarios y el semblante de los agricultores y ganaderos, así como el de los responsables de las organizaciones y técnicos de la casa reflejaba preocupación. Poco que ver con el ánimo que existía al acabar 2016, año que aunque malo en precios –eso ya es un problema continuo– al menos había cumplido en producciones.
Pero de este 2017 poco bueno vamos a recordar. Muchos meses sin pastos y alimentando a vacas, ovejas, cabras y caballos gastando lo que no dan. Muchos meses sin llover, recogiendo una cosecha pésima y encima recibiendo latigazo de las heladas en lo poco que se salvaba. Para los regantes, los peores presagios se cumplieron, y las escasas reservas de la primavera no dejaron de mermar hasta este invierno, en el que han caído cuatro gotas totalmente insuficientes para recargar embalses y acuíferos.
Ante esta situación excepcional, la respuesta de las administraciones ha sido totalmente insuficiente. Como dicen nuestros propios agricultores, “se han reído de nosotros”. El refrán apunta que “en la penitencia, va el castigo”, y a lo mejor tendríamos que aplicárnoslo los propios agricultores. Podríamos haber hecho más fuerza para que los políticos se hubieran enterado de lo que no querían enterarse: de que el sector primario, ese que anima el triste PIB de Castilla y León, este 2017 ha perdido 1.500 millones de euros. En mi opinión se quedó corta la manifestación de agosto. Con ser meritoria, porque no es fácil poner de acuerdo al sector –incluso alguna organización causó baja en una cita tan justa e imprescindible– teníamos que haber sido muchos más. Que si los mayores se quejan de los jóvenes, o los jóvenes de los mayores, al final no se ve al sector unido y fuerte.
Si vamos a quedarnos parados esperando a que los políticos, con sus discursos, nos arreglen éste o cualquier problema, vamos apañados. Al principio negaron la evidencia, a ver si caían cuatro gotas y el tiempo lo arreglaba. Luego, cuando los datos llegaban a las comisiones de estadística de cada provincia y no podían negar las pérdidas, comenzaron una campaña, que todavía sigue, de “multiplicación de los panes y los peces”. Cada vez repartían más ayudas, cada vez más millones. Cualquiera que haya escuchado la radio y haya ido sumando las partidas que en teoría han llegado al sector se llevará las manos a la cabeza. 1.900 millones decían que nos iban a dar, o sea, más incluso que las pérdidas. Mentira, lisa y llanamente. Han hecho poco o nada, han vendido mucho o muchísimo y con ello además de no arreglar la situación han cabreado a los agricultores y ganaderos y puesto a la sociedad en contra nuestra. Y encima, con esto de la sequía, nuestros políticos han pasado un año en barbecho, sin avanzar nada en temas vitales para el sector, como la cadena de valor, donde industria y distribución siguen atornillando a los productores.
Está claro que de la sequía solo tiene la “culpa” el cielo, y no la ministra, la consejera y el comisario Hogan. Pero es en los momentos difíciles cuando nuestros políticos tienen que ganarse el sueldo: para inauguraciones y discursitos cualquiera vale. Y este 2017, cuando más les necesitaba, el sector se ha sentido desamparado.
El campo es un sector estratégico y que necesita estabilidad. No se cambia el modelo productivo ni las personas que lo conforman de la noche a la mañana, somos profesionales de por vida. Pasar de producir vacuno de carne a de leche, o de regadío a secano, son cambios serios, no se puede improvisar. Por eso en nuestro sector, más que en otros, necesitamos que las administraciones marquen políticas a largo plazo, más allá de una legislatura o incluso de periodos más largos. Los políticos no pueden trabajar con las luces cortas y con el ánimo de salvar su puesto un rato más. Ellos están aquí de paso, pero nosotros nos quedamos, como se quedaron nuestros abuelos y como tal vez puede que se queden nuestros hijos, si nos dejan. Esto del sector primario es una cosa seria, y que pese a todo, merece la pena.
A todos vosotros, agricultores y ganaderos, gentes que aman y dan vida al medio rural, os deseo de corazón feliz 2018. El campo necesita un buen año nuevo.